Primer fin de semana probando Netflix. Y no podía empezar mejor. He resistido la tentación de «Daredevil» y me he decidido por la otra serie que me seducía, «Sense8». Me la he ventilado en un par de días, así que podéis imaginar que no me ha desagradado en absoluto. Más bien, me ha maravillado.
«Sense8» me devuelve la confianza en los Wachowsky, casi perdida tras el horror de «Jupiter Ascending». Sigue resultándome incomprensible cómo dos directores como Andy y Lana pudieron perpetrar algo tan alejado de su estilo como aquello (¿necesidad de crear un blockbuster que los congraciara con los estudios de cine?), pero con «Sense8», en mi opinión, vuelven por sus fueros habituales. La presencia de Michael Straczynski (guionista televisivo y de cómics, responsable de una de las mejores etapas de Spider-man) como tercer puntal creativo intuyo que ayuda a mejorar el proyecto.
Estamos ante una oda a las emociones humanas, que ponen al mismo nivel a las personas, independientemente de sus aparentes diferencias. «Yo soy nosotros», dice uno de los eslóganes promocionales de la serie, lo que resume a la perfección el mensaje central. Un alegato al ser humano, a su naturaleza, que está por encima de las nacionalidades, las costumbres sociales o incluso la identidad sexual de cada uno. A través de la conexión entre los protagonistas se descubre que hay más cosas que nos unen como especie que las que nos separan. El odio, el miedo, el amor, la compasión o la crueldad son afines a todos, bien sean ricos o pobres; hombres o mujeres; heterosexuales u homosexuales; cisgénero o transexual; creyentes en una religión o en otra. En ese aspecto es heredera de «El Atlas de las Nubes», el trabajo cinematográfico de los Wachowsky previo a su caída en desgracia (aunque aquella también tuvo críticas dispares).
La serie en sí es una maravilla en todos los sentidos. El tratamiento de todas estas tramas es sublime, natural, para nada forzado, a pesar de que trata temas delicados como por ejemplo la identidad sexual. No los edulcora, pero tampoco se regodea de manera gratuita en el morbo (aunque hay escenas muy, muy calientes). No olvidemos que Lana Wachowsky (antes Larry) se sometió a un cambio de sexo años atrás, así que el tema le toca lo suficientemente de cerca para tratarlo de manera sincera. Trata las situaciones entre personajes de manera sentida, sin artificios edulcorantes empalagosos, pero con toda la fuerza de las emociones humanas.
El apartado visual y técnico es también magnífico. Los momentos en que los protagonistas comparten sensaciones, conocimientos y habilidades están montados con gran acierto. Son ágiles y muy acertados, y al menos por mi parte no creo que confundan en absoluto (atención al momento en que Capheus, Sun y Will se conectan por primera vez). Se me acumulan en la memoria las escenas las memorables en uno u otro sentido: la abstracta orgía en la piscina, el karaoke en grupo, el momento tierno compartido entre Riley y Will, el concierto en Islandia…
Las actuaciones también están a un alto nivel. A destacar la aparente contención de Sun (interpretada por Donna Bae, ya vista en «El Atlas de las Nubes»), que muestra muy bien a una mujer dura por fuera y vulnerable por dentro. Pero sobre todo me quedo con tres personajes: Nomi, la mujer transexual lesbiana interpretada por Jamie Clayton (que también es transexual en la vida real), por cómo logra transmitir las particularidades de un colectivo todavía poco conocido; Lito, a quien da vida el español Miguel Ángel «El Duque» Silvestre. Probablemente es el papel más arriesgado de todos. Las escenas homosexuales son muy explícitas, hay que ser un actor muy comprometido para aceptar un papel así, siendo heterosexual; y por último, Riley Blue, la dj islandesa, interpretada por la que en mi opinión es la mejor actriz del reparto, Tuppence Middleton. De método claramente británico, su expresividad me cautivó desde el primer instante. Es capaz de mostrar los matices de un personaje más complejo de lo que parece: Riley es de aspecto vulnerable debido a la pesada carga que soporta (de lejos el drama más terrible de todos los protagonistas), pero a la vez tiene una fuerza interior que la lleva a aferrarse a la vida y seguir luchando. A su manera, claro. Middleton logra reflejar esa aparente contradicción en un ejercicio interpretativo magistral.
En resumen, una serie que deja el listón muy alto para una segunda temporada, e incluso para la tan deseada «Daredevil». Esa la dejo para la semana que viene.
SI TE HA GUSTADO LA ENTRADA, COMPÁRTELA