Artículo Historia, Lerna. El legado del minotauro

La realidad histórica tras «Lerna. El legado del minotauro» – 9

9. El final de la Creta minoica: ¿La semilla de la Atlántida?

Como ya he comentado, uno de los motivos principales de elegir a la cultura minoica para darle contexto histórico al relato de Partolón fueron sus mitos, que tantas posibilidades ofrecían. También lo fascinante de aquella sociedad, tan rica históricamente hablando como distinta a todas las demás. Era toda una novedad abordar en una novela con una civilización en teoría ajena a las maneras agresivas y militares de la mayoría de culturas antiguas. La posibilidad de situar la acción en un escenario tan fabuloso como el palacio de Cnosos era, del mismo modo, imposible de rechazar.
Ahora bien, no deja de ser cierto que bien podría haber elegido a los sucesores de los minoicos, los micénicos, como protagonistas de «Lerna. El legado del minotauro». Esa elección tal vez podría haber casado mejor con la cronología bíblica que menciona la leyenda de Partolón, e incluso habría aportado la posibilidad de conectar la historia con otro gran lance de la antigüedad: la Guerra de Troya. Fue algo que me planteé seriamente. Sin embargo, de haberlo hecho habría perdido la oportunidad de utilizar un suceso que al final resultó esencial para aportar conflicto, y que ligaba perfectamente con el dramático desenlace del mito irlandés. Me refiero al destino final de la Creta minoica, que llegó de manos de una catástrofe natural que sacudió el Mediterráneo y tuvo efectos a nivel planteario.
La devastadora erupción minoica.

A fuego y agua

Existen indicios de un gran terremoto que afectó a Creta alrededor del 1700 a.C., al que he dado en llamar dentro de la novela «el Infausto Temblor». No fue el primero ni sería el último, pues la isla se halla en una zona delicada y muy propensa a los fenómenos sísmicos: la conocida como placa del Mar Egeo, cuyo límite meridional pasa junto a Creta para unirse con la placa africana, lo cual provoca terremotos con relativa asiduidad.
Sin embargo, ningún suceso fue tan virulento como la tragedia que se desató aproximadamente cincuenta años después: el despertar del supervolcán de Thera, en la actual isla Santorini, y que recibió el nombre de erupción minoica por motivos obvios. No fue algo menor, y quizás resulte difícil de concebir a día de hoy, pues estamos ante la tercera catástrofe volcánica más destructiva de la Historia conocida, después de las del lago Toba y la del volcán Taupo. Su envergadura fue tal que proyectó una columna de cenizas que se elevó treinta y cinco kilómetros, alcanzando la estratosfera. El tsunami consecuente generó olas de entre cuarenta y cien metros de altura, que obviamente devastaron la costa norte de Creta, a más de cien kilómetros de distancia.

Pero la peor parte se la llevó la isla de Thera, situada justo en el cráter, tan grande que ni siquiera es visible como el típico volcán con forma de montaña. Allí había una ciudad, posiblemente una colonia minoica, que corresponde al actual yacimiento de Akrotiri. Junto con Cnosos, se trata de los restos más importantes de carácter minoico que se han hallado nunca, y su estado de conservación es excelente. Por un motivo: quedó cubierto por un manto de cenizas de siete metros, lo que mantuvo en perfecto estado el asentamiento al igual que ocurrió con la antigua Pompeya.
Sin embargo la cosa no quedó allí. La tercera fase de la erupción provocó un colapso de la caldera del volcán de tal envergadura que parte de la isla se hundió en el mar. Lo que antes había sido una sola isla se convirtió en lo que vemos en la actualidad: un archipiélago formado por otras menores.

El día después

Las consecuencias fueron desvastadoras también más allá del escenario principal del Egeo. La erupción causó un cambio climático en todo el Mediterráneo oriental y parcialmente en el resto del planeta. O eso al menos se deduce del débil crecimiento de los anillos arbóreos en lugares tan lejanos como América del Norte o la misma Irlanda.
¿Pudo observarse el fenómeno desde tierras irlandesas, como planteo en la novela? No ha quedado testimonio alguno de ello, obviamente. Pero si consideramos que el suceso fue cuatro veces más potente que la erupción del Krakatoa, y esta se vio desde Australia, a siete mil kilómetros —el doble de distancia—, no parece increíble pensar que así pudo ser. Muchos historiadores tienen claro a día de hoy que lo ocurrido en Santorini tuvo tal eco a través de los tiempos que, mucho después, inspiró al filósofo griego Platón para la creación de su Atlántida.
¿Y qué ocurrió con la Creta minoica? El impacto de esta catástrofe sobre la civilización del rey Minos está todavía en debate. Al principio se creyó que la isla también quedó cubierta de una capa de cenizas que arruinó las cosechas y envenenó el agua dulce, pero investigaciones posteriores determinaron que este polvo volcánico no debió ser lo bastante abundante como para provocar semejantes consecuencias.

Envergadura del tsunami provocado por la erupción minoica

Lo que no admite discusión posible es que el tsunami debió afectar a la zona costera, arrasando puertos como el de Amnisos, pues hay constancia de que las olas llegaron a alcanzar incluso Egipto, a más de setecientos kilómetros de distancia. Cabe pensar que una sociedad como la minoica, que basaba toda su prosperidad en el comercio marítimo, debió de quedar tocada de muerte ante la devastación de gran parte de su flota. El resto es sencillo de imaginar: perdida su ventaja y sumidos en la debilidad, los minoicos se convirtieron en presa fácil de los aqueos, ya fuera por la fuerza o por una asimilación gradual. Estos invasores acabarían por adoptar la cultura minoica como propia hasta convertirse en lo que hoy conocemos como micénicos.
Pero, para entonces, Partolón y los suyos, al menos dentro del argumento de mi novela, ya estarían muy, muy lejos.
En cierta isla recién despertada.

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