En esta segunda parte del artículo os descubriré un secreto: en el fondo, los escritores no somos nada especial en comparación con el resto de la fauna humana. Somos tan miserables como cualquier otro.
El famoso ego del escritor
¿Por qué se da todo esto? La versión popular es que los escritores tenemos un ego que no nos cabe en el pecho. Dicen de nosotros que somos vanidosos, que lo único que nos importa es tener éxito y que seríamos capaces de vender a nuestras madres por convertirnos en el nuevo Dan Brown. Que no toleramos a la competencia, a la cuál tenemos en el punto de mira. Que no soportamos el triunfo de nuestros compañeros. Y que tratamos de ganar desprestigiando al rival lo que no podemos mediante nuestras obras. Desde luego, somos lo peor (risa sarcástica).
O tal vez no
La realidad, por supuesto, nunca es tan simple. Los días de los escritores bohemios que, como Góngora y Quevedo, se linchaban dialecticamente, ya no existen (si es que alguna vez fueron algo más de lo que hoy son, casos aislados). En la actualidad, los autores somos personas normales, como tú que lees esto. Tenemos un trabajo distinto al de escribir para ganarnos la vida (salvo unos pocos privilegiados), y nos gustan las mismas cosas (casi) que al resto: vamos al cine, a un concierto, e incluso de cena con los amigos. ¡A algunos incluso les gusta el fútbol!
Y, también, tenemos los mismos defectos: nos encrespamos cuando creemos o percibimos (erróneamente o no) que alguien amenaza (o pone en duda) aquello en lo que trabajamos, que es nuestro. Entonces, ¿por qué se nos atribuye la imagen de seres mezquinos capaces de apuñalarse unos a otros? ¿Es que esto es algo exclusivo de nuestro oficio?
Un mundo lleno de ególatras
No, claro que no. Los encontronazos entre políticos de partidos distintos son el pan nuestro de cada día en nuestra sociedad. Las pullas que se lanzan los futbolistas, en el campo y fuera, enfrentan a los seguidores de un equipo con los de otro. ¿Y acaso creemos que no hay sentimientos ególatras entre empresarios que compiten? ¡Si se dan incluso entre compañeros de trabajo, en una oficina o una fábrica! O entre los lectores. Famosas son las pullas que estallan de vez en cuando en el llamado fandom (que el festival que he organizado es mejor que el tuyo; que George R.R. Martin le da cien vueltas a Tolkien; etc…).
Quizás, el problema no esté en los escritores. Es posible que, en esencia, el ego sea algo intrínseco a la naturaleza humana. Envidia, celos, ambición mal entendida… No son emociones exclusivas de los escritores. Y generalizar en base a una creencia popular es injusto. Por la misma regla de tres, tendremos que aceptar que todos los andaluces son vagos, que los madrileños son chulos o los catalanes agarrados. ¿Todos? ¿Solo porque es algo que siempre se ha dicho? Nos gusta demasiado etiquetar defectos a la gente en base a tópicos.
En resumen
Volvamos a reflexionar sobre la pregunta: ¿Existe una guerra entre escritores? No. Existen enfrentamientos puntuales, al igual que se pueden encontrar en otras profesiones y ámbitos de la vida. En ocasiones son muy sangrantes, y llevan a que antiguos amigos se enemisten, como les ocurrió a Vargas Llosa y García Márquez. Yo mismo he sufrido varias veces la decepción de ver como alguien a quien apreciaba y respetaba me ha atacado de algún modo. Pero esto ocurre no importa si eres un escritor o un fontanero.
Al autor que empieza habría que recomendarle que trate de aislarse de estos temas, y sobre todo lo más importante: que no se tome muy a pecho todo lo que rodea al escritor. No busques enredarte en contiendas con tus compañeros, porque tienes más que perder que ganar. La imagen de polémico, de enfant terrible, a la larga acaba pasando factura. Mejor dedícate a escribir, que es lo importante. Y aun así, a pesar de todos tus esfuerzos, es más que probable que te veas involucrado en alguna de estas batallas sin sentido. Lidia con ellas con sensatez y sin dejarte llevar por la pasión. No te conviertas en un mono tonto como en ocasiones nos ocurre a algunos.
Y para el lector, simplemente una petición: cuando asistas a una trifulca entre escritores, recuerda la última vez que tuviste tu propia polémica, malentendido o discusión con otra persona. Quizás entonces comprendas que en el fondo no somos tan distintos a ti.