Si eres un lector habitual de mis artículos es porque, por un motivo u otro, tienes interés en el mundo literario. Tal vez seas un escritor, como yo, o quizás simplemente un lector curioso con respecto a todo lo que rodea a los libros. En cualquier caso, si eres seguidor en foros y redes sociales de algún autor (o varios) es más que probable que hayas sabido de alguna trifulca entre escritores. Están ahí, no podemos negarlo. De vez en cuando salta alguna polémica: la piratería, la autoedición, ebook contra libro de papel… La pregunta es: ¿se trata de algo generalizado? ¿Existe una guerra entre escritores?
Nada nuevo bajo el sol
Quien crea que los enfrentamientos entre autores literarios son algo nuevo, nacido al amparo de la expansión ofrecida por Internet, no podría estar más equivocado. De hecho, la historia de la literatura nos ha dejado auténticos duelos que harían palidecer a las broncas que se dan hoy en día en las redes sociales. Para la posteridad han quedado los rifirafes entre Quevedo y Góngora, plasmados en sus versos de modo magistral. Hay que reconocer que al menos tiñeron de elegancia aquel choque de titanes; un cruce de ofensivas de guante de seda repleto de un ingenio y maestría que ya lo quisiéramos cuantos poblamos el actual mundo de las letras. También Jorge Luís Borges tuvo sus más y sus menos con Ernesto Sabato, e incluso los hay que han llegado a las manos. Seguro que os suena el casi combate de boxeo entre Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, allá por el 76. Y eso que eran amigos (o lo fueron, más bien). Se cuenta que el motivo de tan recordada pelea de pugilato (que solo duró un asalto, lo que tardó en caer Gabo ante el puñetazo de su contrincante), fue una supuesta injerencia matrimonial de García Márquez, que habría aconsejado a la esposa del segundo que se divorciara de él. Así que ya sabéis: distancia con la pareja de tu compañero autor.
Mi experiencia personal
Desde el primer momento en que decidí luchar por ser un escritor profesional (tanto como es posible serlo dadas las circunstancias) traté de relacionarme con otros autores. Tenía y sigue teniendo sentido: como en todo oficio, uno debe aprender de quienes saben más, y al mismo tiempo buscar fortaleza mediante la compañía de otros que están en tu mismo punto y comparten tus objetivos. Puedo decir con auténtica satisfacción que las amistades que he hecho durante ese camino de aprendizaje (que en realidad no ha hecho más que comenzar) son más, muchísimas más, que las enemistades. Con algunos de estos amigos, por desgracia, me he distanciado por motivos diversos y ajenos a nuestras intenciones, pero sigo conservando un afectuoso recuerdo hacia ellos. He recibido mucha ayuda de ellos, y la he ofrecido cuando me ha resultado posible. La prueba es esta misma web, que nació en gran parte para ayudar en la medida de mis humildes posibilidades a aquellos que están donde yo estaba hace unos años.
Quien esté libre de pecado…
Sin embargo, también me he visto involucrado en más de una polémica. La mayoría de las veces de rebote, sin buscarlo ni desearlo, bien debido a algún comentario mío malinterpretado (o poco acertado por mi parte) o por un ataque gratuito de una segunda persona. Pero seré justo con la verdad: en ocasiones me he metido conscientemente por culpa de algún arrebato que luego he lamentado (aunque tuviera razón en esencia). Cuando uno respira este ambiente, y se es tan pasional, es casi imposible no cometer algún error, sobre todo cuando te implicas mucho.
En la siguiente entrega de este artículo, hablaré del motivo que supuestamente hay tras estas polémicas bregas entre escritores: el famoso ego del escritor.