Calle Salinas, barrio del Carmen, Valencia. Entre los números 17 y 19 de esta estrecha vía se alza un lienzo de piedra que desentona con los edificios colindantes (ya de por sí no precisamente de construcción moderna). El murallón, en forma de «L» invertida, presenta un estado lamentable: su base está pintarrajeada con grafitis y en lo más alto la corona un atrevido arbusto. Cuando uno pasa por la calle siente el impulso de cambiar de acera, pues da la impresión de que a la más mínima racha de viento la pared se irá al suelo. De hecho, el pasado diciembre se desprendieron algunas partes del revestimiento. Pero allí sigue, sin que ninguna autoridad local se preocupe por la peligrosidad del lugar. Y sin que siquiera muchos de los vecinos sepan que lo que tienen en su calle es parte del pasado histórico de la ciudad levantina. El lienzo es parte de la muralla árabe del siglo XI, de aquella Balansia que Jaime I reconquistaría y convertiría en Valencia en el año 1238. Un tesoro arqueológico, declarado Bien de Interés Cultural, que se cae a trozos ante la pasividad de las administraciones. Sigue leyendo