El humo de las hogueras de Arse se eleva a mis espaldas. Ensordecedor estruendo: acero contra acero, bravura contra dolor, muerte sobre vida. Visión escalofriante: un tapiz de cadáveres sobre el suelo, ladrones de la blanca pureza de las losas. Odioso hedor: a sangre encharcada y a esfínteres vencidos por el miedo.
Pero para mí no existe nada más que aquellos ojos penetrantes, atentos a los míos: la mirada de mi enemigo. Un rival de tal estirpe que engrandece mi hazaña: Aníbal Barca, el Conquistador, Estratega de Cartago. El mayor héroe de su patria; poseedor, dicen algunos, del espíritu flamígero de su dios Baal. Aníbal el León.
Derrotado. Sigue leyendo