Artículo Historia

Antes de «Leones de Aníbal» – Orígenes de la Segunda Guerra Púnica

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Como imagino que ya sabréis, desde hace unas semanas está a la venta mi nueva novela, «Leones de Anibal», de la mano de una editorial mítica en la narrativa histórica, Edhasa. En esta obra he tratado de narraros de una manera diferente el épico viaje del líder cartaginés Aníbal Barca, que lo llevó desde sus plazas en la península ibérica hasta las mismísimas puertas de Roma. Por el camino, un montón de retos y momentos grandiosos, como el mítico paso por los Alpes.

Uno de los objetivos de este libro era expandir el mundo de mi primera novela, «El espíritu del lince», situada en el siglo III a.C. Si en aquella centrábamos la trama en el sur y el este de la península ibérica, especialmente en las regiones íberas de la costa levantina, en esta ocasión os ofrezco un recorrido mucho más amplio, en el que visitaremos el noreste de la Península, el sur de la Galia, los Alpes e Italia, siguiendo los pasos de Aníbal Barca en el mítico viaje que abrió la Segunda Guerra Púnica.

Pero en este artículo quiero contaros cuál fue el origen de semejante aventura, los antecedentes. Esta es la semilla de «Leones de Anibal».

Una Cartago en horas bajas

Retrocedamos hasta el 241 a.C. La Primera Guerra Púnica ha terminado. Roma ha derrotado a Cartago contra todo pronóstico, imponiéndole un terrible tributo y limitando su capacidad de comercio marítimo. La situación era tan delicada que Cartago se quedó sin fondos para pagar a los mercenarios que habían luchado por su causa, lo que provocó la Guerra de los Mercenarios. Durante tres años, los rebeldes se aliaron con ciertas ciudades súbditas cartaginesas, descontentas por la subida del tributo tras la rendición con Roma. De este modo, un simple motín acabó convirtiéndose en todo un levantamiento nacional. Hannón el Grande fue nombrado estratega del ejército, pero sus fracasos se sucedieron uno tras otro hasta que el senado cartaginés eligió a un nuevo comandante en jefe de las tropas, alguien que ya había mostrado su valía en la reciente guerra con Roma y que iba a cambiarlo todo: Amílcar Barca.

alt="Leones de Aníbal, novela histórica, Aníbal, Javier Pellicer, Edhasa, javierpellicerescritor.com"Su actuación fue de nuevo brillante. Demostró un talante que sería el santo y seña de su familia en adelante: dureza contra sus enemigos, pero también clemencia ante quienes recapacitaban y le juraban lealtad. De este modo, aunando poderosos movimientos militares y minando la moral del enemigo, logró cambiar el curso del conflicto y dar la victoria a los suyos. De paso, se convirtió en la personalidad más influyente de Cartago.

Con su prestigio por las nubes, y una influencia que lo ponía al mismo nivel que sus rivales políticos (como Hannón), Amílcar empezó a dar rienda suelta a sus ambiciones personales. La fortuna de su familia se basaba en el comercio marítimo, amenazado por las imposiciones de Roma, así que no podía quedarse de brazos cruzados y aceptar su suerte. Puso a prueba su ingenio, más que demostrado en el campo de batalla, e ideó un plan con el que conseguir riquezas para pagar el tributo romano y, en un futuro, recuperar la hegemonía púnica del Mediterráneo.

Una tierra llena de oportunidades

Una Cartago en horas bajasAl este esperaba una región casi virgen, hasta el momento desaprovechada: Iberia. No desconocida, por cierto, pues los fenicios habían fundado colonias allí desde tiempos inmemoriales. Asentamientos que en cualquier caso jamás explotaron en profundidad las posibilidades de la península ibérica. Solo Amílcar supo ver las ventajas estratégicas a largo plazo que podría suponerle la conquista de aquellas tierras.

Pero Amílcar tenía un gran problema, de difícil solución: según el tratado de rendición con Roma, Cartago no podía fletar barcos con fines militares. Por tanto, no podía asumir el riesgo de llevar a sus tropas por mar secretamente, porque si los romanos lo advertían, tendrían la excusa para declarar de nuevo la guerra, una que Cartago no podía ganar… todavía.

La astucia de Amílcar volvió a salir a la luz. La jugada que ideó, en mi opinión, tenía mucho en común con la que su hijo pondría en marcha décadas después: tomó a su ejército y, a pie, recorrió la costa del norte de África hasta alcanzar las Columnas de Melkart, nuestro actual Estrecho de Gibraltar. Una vez allí, sus hombres construyeron botes para alcanzar el sur de la península ibérica, donde obtuvo de inmediato el apoyo logístico de colonias púnicas como Gadir (Cádiz). Así fue como empezó su expansión. Por las armas o mediante pactos se hizo con las ricas minas de Sierra Morena y fundó plazas fuertes como Akra Leuke (Alicante o, con más probabilidad, algún lugar de Albacete por determinar).

Bajo un nuevo mando

Y entonces llegó la desgracia. Fue durante el también famoso asedio de Helike (¿Elche o Elche de la Sierra?), una batalla donde los íberos autóctonos igualaron, por una vez, el ingenio de los conquistadores: idearon la estratagema de lanzar contra estos una manada de toros embolados. El fuego ardiendo en sus cuernos provocó la estampida de los elefantes púnicos y el caos entre las tropas enemigas. En medio de toda esa locura, y mientras trataba de escapar, Amílcar murió tratando de cruzar un río. Nada pudo hacer su hijo Aníbal por ayudarlo.

El sucesor natural de Amílcar tendría que haber sido Aníbal, pero este todavía era muy joven para ponerse al frente del ejército. Así que fue Asdrúbal el Bello, yerno del patriarca, quien tomó el relevo. Continuó su expansión por un camino menos belicoso, centrándose sobre todo en conseguir pactos y alianzas con los pueblos íberos. Por ejemplo, hizo que su sobrino Aníbal se casara con Himilce, una princesa oretana de Kastilo (Cástulo). Su mayor legado, además de continuar el trabajo de Amílcar y preparar a Aníbal para sucederle, fue al fundación de la que a partir de entonces sería la gran capital púnica en la península ibérica, Qart Hadasht. Cartagena.

alt="Leones de Aníbal, novela histórica, Aníbal, Javier Pellicer, Edhasa, javierpellicerescritor.com"Pero, como apuntaba, Asdrúbal estaba destinado a ser solo un puente de transición. La devotio, la lealtad íbera hacia un caudillo llevada al extremo, hizo que un guerrero íbero lo asesinara en la misma Cartagena. El momento de Aníbal había llegado, al fin. Heredero del ingenio y la contundencia de Amílcar y del talante conciliador de Asdrúbal, el joven ser haría con las riendas del ejército púnico, dando el primer paso para convertirse en uno de los más grandes estrategas de la Historia.

El gran estratega mueve sus piezas

Antes de dar un solo paso, Aníbal reflexionó sobre su situación. Sabía que Roma vigilaba sus pasos, que estaban preocupados por el fortalecimiento cartaginés. Era cuestión de tiempo que se sintiera interesada por Iberia y sus riquezas. La tensión estaba en el aire: una nueva guerra resultaba inevitable. Así que Aníbal decidió prepararse y tomar la delantera. Expandió sus dominios hacia el norte, siguiendo la costa levantina, para adueñarse de cualquier región de posible desembarco romano. Pero su objetivo tenía nombre de ciudad: Sagunto.

Sagunto era una colonia griega que había prosperado junto a un poblado íbero, Arse, hasta fusionarse. Ciudad amiga de Roma, sería el primer apoyo de los romanos en una hipotética invasión, y por eso era vital que Aníbal se hiciera con ella. Algo que no le resultó sencillo. Su asedio se cuenta entre los más épicos de la Antigüedad, solo comparable con el de Numancia. Sagunto, tras sus poderosas murallas, resistió durante ocho meses, tal y como narré en «El espíritu del lince». La ciudad pidió ayuda a Roma, pero esta no respondió, posiblemente porque estaba ocupada con la revuelta iliria en su propio territorio. Menospreciaron la amenaza de Aníbal y, lo más importante, dieron la espalda a sus aliados. Esto resultaría ser un elemento muy importante que cerraría a los romanos futuros pactos con los poblados íberos. Nadie olvidaría aquella deslealtad hacia los saguntinos.

Un viaje épico

Sin embargo, la caída de Sagunto fue la gota que colmó el vaso: Roma y Cartago se declararon oficialmente la guerra. La Segunda Guerra Púnica había comenzado, y con ella el plan más épico que haya sido puesto en marcha nunca: Aníbal cogió gran parte de su ejército y se fue a por su enemigo. Para evitar enfrentarse al poderío naval romano, como ya hiciera su padre antes, inició un viaje a pie, atravesando los Pirineos, el sur de la Galia y los mismísimos Alpes, para plantarse en el norte de Italia.

Este grandioso viaje es el que os cuento en «Leones de Aníbal», y por eso me permitiréis que corte aquí la narración y os invite a leerlo para saber cómo continúa la historia. Recordad que la mía es una visión novedosa de este episodio, en la que os ofrezco un punto de vista apenas utilizado antes en la narrativa histórica: el de los soldados que lucharon bajo el carisma de Aníbal, con sus conflictos personales. ¡Descubridlo consiguiendo un ejemplar en cualquier librería!

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