El autor al que hoy entrevisto es ya un habitual de esta web, un escritor al que admiro en lo profesional y que siempre tiene algo positivo que aportar no solo a la literatura, también a la concepción de esta desde el punto de vista del escritor puro. El vigués Darío Vilas regresa a las librerías con novela nueva, «Babujal», que supone una aventura de exploración hacia un género aparentemente nuevo para él.
-Creo que no me equivoco si digo que lo que más llama la atención de “Babujal” es el cambio de género. Es algo que se venía sugiriendo un poco con tu anterior obra, “El tiempo como enemigo”, donde te desplazabas más hacia la literatura mainstream. Pero ahora te enfrentas a un cambio en apariencia radical, un salto hacia el drama familiar construmbrista, donde prácticamente dejas en nada lo sobrenatural. ¿A qué se debe este giro en tu carrera?
-Me lo preguntan mucho y lo cierto es que no responde a nada más que a lo que la historia pedía. No es un cambio premeditado ni una estrategia, es mucho más simple que eso. Empecé a darle vueltas a la trama y pedía a gritos que fuera una novela con los pies en el suelo, sin elementos fantásticos. La historia de Ana, que es el personaje alrededor del cual gira todo en «Babujal», es un drama, el tono costumbrista era imperativo. Voy más allá: ni siquiera hay intención de crear misterio o mantener el suspense, las cartas están bocarriba desde el primer capítulo con toda la intención del mundo, para que el peso recaiga en el aspecto emocional. Es un tanto arriesgado, sobre todo en cuanto a mis lectores fieles, que quizás lleguen a esta novela buscando algo que no van a encontrar. O quizás ellos sean, precisamente, los primeros que se lo hayan visto venir. A saber.
-Y, sin embargo, sigue siendo una obra “made in Darío Vilas”. En mi opinión, ofreces al lector una novela sobre el pasado, las angustias que dejamos que enquisten en nuestro espíritu, los miedos que permitimos que nos atormenten durante años y a los que no somos capaces de enfrentarnos. Desde ese punto de vista, como decía, es una historia muy tuya.
-Sin lugar a dudas. Yo veo una evolución tan lógica que en realidad me extrañaría que alguien me dijera que no intuía que tarde o temprano iba a tirar por estos derroteros. Ahí están todas mis constantes y mis obsesiones: la soledad como estado patológico, el pasado y la interpretación que hacemos de él, los miedos enquistados, la necesidad de cicatrizar viejas heridas para comprender el presente en que vivimos o el temor a no encontrar tu rol en el mundo, una sensación de exclusión que en el caso de «Babujal» traslado al ámbito familiar, que es donde se cocinan intrigas tan apasionantes como pueda serlo cualquier thriller político. Tiene bastante de culebrón, para qué negarlo.
-La novela transcurre a caballo de distintas épocas. Algunos de los episodios más intensos son los que se desarrollan durante la batalla de Belchite, en 1937, durante el asalto final al que fue sometida esta población aragonesa por parte del Ejército Republicano. ¿No te asusta recibir el típico “otra historia sobre la Guerra Civil”?
-Me da lo mismo. Eso puede uno pensarlo, con toda la razón, antes de empezar a leer. Pero se dará cuenta a las pocas páginas de que no va por ahí la cosa. En primer lugar, porque la novela, como bien señalas, salta de una época a otra. Tres, para ser más concreto: Guerra Civil, Posguerra y Transición. Esto no va del dramón del bando vencido ni de la crueldad de los vencedores, sobre eso se escribió más que de sobra, y lo que está por venir. De hecho, mi novela está enfocada desde el punto de vista de una familia franquista y sin intención de juzgar a nadie, manteniéndome como un observador imparcial.
–“Babujal” se desarrolla, como dices, a través de los ojos de algunos personajes con claras tendencias políticas. Lo asombroso es que esta ideología es opuesta a la tuya, pública y notoria. ¿Qué te llevó a poner palabras en boca de personajes que chocan con tus convicciones ideológicas? ¿Resultó difícil escapar de ideas y conceptos establecidos?
-¿Qué mérito tendría si no lo hiciera de esta manera? Empecemos por lo que acabo de comentarte, que novelas, películas y hasta series de televisión encaradas desde el punto de vista del bando republicano hay a paladas. ¿Otra más? No, lo suyo era contar algo desde un enfoque diferente y, a ser posible, sin emitir ninguna clase de juicio de valor. Porque sería ilógico que abordara la trama desde un punto de vista y tratase de reconducirlo hacia su lado opuesto.
¿Si fue difícil? Hombre, difícil no, pero escribir según qué cosas teniendo una ideología completamente opuesta diría que escuece un poco. Pero metido en materia todo fluyó de forma natural.
-Resulta evidente que, tratándose de una obra ambientada en el pasado, la documentación habrá exigido un esfuerzo extra más allá de lo que estabas acostumbrado.
-Me apasiona el proceso de documentación, así que es un esfuerzo que realicé con mucho gusto. Cada vez que abordo una nueva novela me sumerjo tanto en la documentación que acabo tragando mucho más de lo que necesito. Ensayos, novelas, documentales, películas, etc. Había incluido una bibliografía al final, pero la editorial decidió que, tratándose de una obra de ficción, quizás sobraba lo de citar las fuentes, que es algo más propio del ensayo.
Respondiendo a si es un esfuerzo extra más allá de lo acostumbrado, te diré que me eché mucho más tiempo documentando mi único relato de ciencia ficción que esta novela. Eso sí fue un trabajazo. Igualmente placentero, añado.
-La literatura es parte esencial de tu vida, como bien sabemos quienes te seguimos. Pero ahora además estás introduciéndote en el mundo del guionizado de cortometrajes cinematográficos. ¿Qué diferencia hay entre escribir literatura tradicional y guionizar?
-Muchas. El guión no admite alardes literarios, hay que ir al grano para ser muy concreto y trasladar con la mayor precisión aquello que pretendes convertir en imágenes, con total economía de recursos, concediendo toda la responsabilidad del avance de la trama al diálogo, que es algo que rehúyo en las novelas (soy de meter los diálogos justitos y muy medidos). Es una forma de curtirme y de tonificar el músculo literario cuando no tengo el cuerpo para encarar otra novela, que es más exigente. Ojo, no hablo de dificultad, que el guión no es para nada sencillo. Hablo de tiempo y entrega.
-¿En qué proyectos andas metido al respecto? ¿Es el camino hacia la auténtica profesionalización del escritor?
-Acabo de terminar un guión de cortometraje, basado en uno de los relatos incluidos en mi antología «Piezas desequilibradas», y tengo toda la intención de dirigirlo yo mismo, aunque muy bien asistido por grandes profesionales que tienen experiencia en el medio. En esas estoy, intentando liar a un par de profesionales más que me faltan y son imprescindibles para mí.
No sé si hay un camino para profesionalizarse como escritor. Si te refieres a vivir de escribir, el único camino es el que suele señalar el compañero Jesús Cañadas: escribir de todo, sin romanticismos, desde tus novelas o relatos hasta textos comerciales, pasando también, claro está, por el desarrollo de guiones. Pero todo eso me da mucha pereza. Yo me limito a escribir lo que me apetece en cada momento.