En este post, nos plantamos ya en la tercera parte del diccionario literario y editorial, inaugurando de paso la letra «B». Es la hora de las banderas y los bárbaros…
B
Bandera (derecha o izquierda): En diseño gráfico y maquetación editorial, esta designación hace referencia al alineamiento del texto. Un párrafo “en bandera derecha” es aquel que se alinea sobre el lado izquierdo, como por ejemplo, este mismo párrafo. Y viceversa.
Barbarismo: Término con doble significado. Por una parte, es una falta que consiste en escribir o pronunciar mal las palabras, o emplearlas de manera impropia. Se trata de una incorrección muy común a nivel geográfico, debido a las variaciones propias de los dialectos regionales de un mismo idioma, o por carencias educativas y culturales. Un ejemplo muy claro es la utilización de “haiga” en lugar del presente del subjuntivo del verbo “haber”, “haya”.
En ocasiones excepcionales, cuando el uso incorrecto acaba por convertirse en algo habitual y generalizado, con el suficiente calado entre la sociedad (temporal y geográfico), acaba por ser aceptada por los estamentos lingüísticos correspondientes. Ese fue el caso de palabras como “toballa” (por “toalla”), “almóndiga” (por “albóndiga”) o “muciégalo” (por “murciélago”), que ahora forman parte de la Real Academia Española. Algunos términos aceptados son realmente llamativos y, por qué no decirlo, estrambóticos e incluso graciosos: “cederrón” (por CD-ROM) o “crocodilo” (por “cocodrilo”). Veamos unas cuantas palabras más:
·Albericoque: Albaricoque.
·Culamen: ¿Es necesario explicarlo?
·Norabuena: Enhorabuena.
·Palabro: Tal cual, “palabra mal dicha o estrambótica”.
·Papahuevos: O lo que es lo mismo, pazguato, bobo o en ambientes más coloquiales, pringado (que también existe como tal).
Por otra parte, el término se aplica también al extranjerismo que, aunque de utilización más o menos popular, no ha sido todavía incorporado de manera oficial al idioma. “Cupcake”, “biscuit” o “Bridge” (por el juego de cartas) son ejemplos de barbarismos. Pero cuidado: no pueden ser considerados barbarismos las palabras de origen extranjero que ya han sido aprobadas por la RAE (en ese caso solo serían extranjerismos, a secas), como “boutique” o “beige”.