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Escritores en la sombra: el seudónimo (III)

Hoy terminaremos con la serie sobre los seudónimos hablando de otras motivaciones, más interesadas y alejadas de los prejuicios. Tres justificaciones para adoptar un nombre falso basadas en el carácter del autor, y otra mucho más práctica, pero igual de respetable.

·Apartándose del mundanal ruido literario. Solemos imaginar que el oficio de escritor se limita a crear historias en la cómoda intimidad de un despacho, frente al ordenador. Pero el autor tiene que llevar a cabo otras tareas no tan bucólicas cuando publica su libro: presentaciones, sesiones de firmas, entrevistas (con suerte), viajes promocionales, trabajo en redes sociales… Si, además, eres un autor famoso (alguno hay), sabes que cuanto digas o hagas será de interés público. ¿No resulta comprensible que algunos escritores quieran huir de todo este estrés y exposición firmando sus obras bajo un seudónimo? Adiós a dar la cara en presentaciones y firmas, adiós a la presión de no poder hacer o decir lo que uno desea. Las consecuencias de que nuestra vida como escritores afecte al ámbito privado se diluyen. Podemos convertirnos en un personaje ficticio plenamente libre.

·La presión del autor superventas. Cuando un autor alcanza las cotas reservadas a los Dan Brown, George R.R. Martin o Stephen King, puede ocurrir que nazcan ciertas dudas. El escritor se preguntará si los lectores compran su libro porque les gusta o por inercia, por moda o por un fenómeno más cercano al de los fans. ¿Vende mi obra, o vende mi nombre? Algunos deciden probarse a sí mismos ofreciendo alguna de sus novelas de manera anónima, tras un nombre falso. Es el ya mencionado caso de J.K. Rowling (y ya sabemos cómo fue la cosa: con seudónimo, ventas mínimas; tras desvelar el secreto, estallido de ventas). Siempre y cuando las malas lenguas no tengan razón y todo se tratara de algo mucho más mundanal, como veremos en el último punto del artículo. Pero antes…

·Ser fiel a las convicciones de la obra. No es una de las motivaciones que más se vean, pero hay algún que otro caso. El más conocido es el del escritor americano que firma bajo el seudónimo de John Twelve Hawks, autor de “El viajero” y el resto de libros de la trilogía conspiracionista “El Cuarto Reino”. En esta obra de ciencia ficción se trata el tema del control de la sociedad a través de la invasión de la privacidad del individuo que se ejerce con tecnologías como Internet o los sistemas de cámaras esparcidos por todo el mundo. Los personajes utilizan alias, se esconden de los métodos de control y rastreo, y a través de ellos Hawks realiza una denuncia a este sistema que esgrime la seguridad como excusa. El propio autor, en una de las pocas entrevistas que realizó (jamás presenciales), decía que “estoy contándoles a mis lectores que este nuevo sistema tecnológico de información está destruyendo nuestra privacidad, y que ellos deberían resistirse a este cambio. Sería hipócrita por mi parte realizar una gira promocional de mis libros o aparecer en los shows hablando sobre mí mientras nuestras vidas privadas están bajo un ataque”.
Desde luego, eso es lealtad a la obra. Una postura un tanto extremista, tal vez, pero que al menos merece un respeto. Aunque claro, ciertos rumores indican que, quizás, en el fondo todo el asunto de Hawks no es sino una…

alt="el viajero, el cuarto reino, john twelve hawks, javierpellicerescritor.com"

·Estrategia comercial. La curiosidad es parte fundamental del ser humano. Excitarla a través del misterio y el secreto es una poderosa herramienta comercial, muy utilizada en la industria literaria. Un heterónimo bien pensado, donde se desarrolle un personaje ficticio y consistente en su individualidad, puede ser una excelente campaña de promoción. El lector quedará hechizado por la incógnita, y deseará saber más sobre el autor que ha creado ese libro que tanto le ha gustado. Indagará, buscará información, y eso le llevará a descubrir más obras del autor, o a sentir un creciente interés que le conectará con él. Lo oculto seduce.

Hasta aquí el análisis de las motivaciones que un autor puede tener para ocultar su identidad tras un seudónimo. Sin duda existen muchas más, derivadas de las mencionadas o no (compañeros escritores: os animo a compartirlas con los lectores en los comentarios de esta entrada o en las redes sociales). En cualquier caso, y bajo mi punto de vista, es una elección totalmente respetable por parte del escritor. Es él quien tiene potestad para decidir cómo presentar su obra. Al fin y al cabo, y como siempre digo, lo importante es el libro, no tanto el autor.

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