Los autores solemos ver a los editores como un lector, el primero al que tendremos que convencer y del que dependerá la publicación de nuestro manuscrito. Y es una visión acertada, pero que en ocasiones se presta a curiosas excepciones. Porque hay editores que, además de lectores, también son escritores. De hecho, es bastante común. Es el caso de mi entrevistada de hoy, Laura Falcó, directora de los sellos Libros Cúpula, Luciérnaga, Planeta Gifts y del Conference Office en el Grupo Planeta. Y a pesar de estas credenciales, Laura se ha lanzado al polvoriento campo de batalla donde nos movemos la mayoría de escritores “mortales”. ¿Queréis saber por qué?
·“Chelston House” (Dolmen Editorial) es tu último libro, Laura. Dicen por ahí que es muy “Hitchcockiano”, y que la ambientación recuerda mucho a “Los otros”, de Alejandro Amenabar.
·No carecen de razón. De hecho, el principio de la novela recrea la llegada de la protagonista de la película “Rebeca”, basada en el gran bestseller de Daphne du Maurier, a Manderly. En las primeras páginas intento recrear ese ambiente bucólico y melancólico que deja entrever que pese a lo idílico del entorno, algo no va a acabar bien. Por otro lado, los personajes son, al igual que la mayoría de los de Hitchcock, seres mentalmente torturados y con un pasado a veces inconfesable. También es cierto, que aunque en Cheslton no hay fantasmas y los peligros son reales, el tipo de construcción y la atmósfera pueden llevar al lector a pensar de algún modo en la ambientación de “Los Otros”.
·Todo gira en torno a un elemento clásico de las novelas de terror: una vieja y misteriosa mansión (aunque comience siendo idílica). Y encima en la campiña inglesa. Sin embargo, el factor sobrenatural queda relegado en pos de secretos más terrenales. ¿Por qué preferiste centrarte en un miedo realista, menos fantástico?
·No fue algo que hiciese expresamente, la historia fluyó así. Mi interés cuando la escribí no era tanto hablar de fantasmas incorpóreos, como de los fantasmas reales que habitan en nuestra mente. Es una novela llena de personajes atormentados por su pasado, de secretos y de mentiras.
·Una novela además con pocos personajes, lo cual en mi opinión añade un punto de presión: cualquier posible fallo de caracterización destaca más. ¿Cómo ha sido la creación de tus protagonistas? ¿Te han hecho sufrir a la hora de darles vida?
·Lo cierto es que hay tres elementos en la novela que me han supuesto un esfuerzo adicional al propio de escribir. El primero es precisamente que hay pocos personajes lo cual, como bien dices, te obliga a perfilarlos mejor y a tenerlos en continuo movimiento. El segundo es el espacio, que en este caso es limitado y muy contenido. Que todo ocurra entre cuatro paredes añade dificultad a la escritura. Por último, y quizás lo que más me ha hecho sufrir, es el narrar en primera persona. Desde mi punto de vista ayuda a que el lector se sienta más próximo a la historia, le añade emoción y tensión, pero por otro lado, dificulta mucho al escritor su tarea, porque te obliga a estar continuamente justificando el cómo el protagonista llega a saber las cosas. Al no haber un narrador omnisciente, hay que medir mucho quien sabe qué y cómo lo sabe.
·Doy fe de lo que mencionas de la primera persona, lo experimenté con mi primera novela, “El espíritu del lince”. En otro orden de cosas, el terror en la literatura parece a priori un terreno gobernado por hombres, pero la cosa empieza a cambiar en ese sentido gracias al buen hacer de autoras como Pilar Pedraza. Tu anterior libro, “Gritos antes de morir” (Libros del Silencio), también entraba dentro de este género. ¿Te sientes sola como escritora de terror? ¿Has tenido que afrontar algún prejuicio por este motivo?
·Es verdad que el terror es un género mayormente transitado por hombres pero aquí también tendríamos que precisar qué incluimos dentro de la palabra terror. ¿Es Chelston House realmente una novela de terror o de suspense? Creo que dentro del género hay matices. En mi caso por ejemplo, jamás me verás escribir sobre zombis, aunque me consta que hay un público “sediento” de sangre y vísceras. A mí me gusta más el terror psicológico y en ese campo, sí que hay más mujeres.
·Interesante ese matiz, Laura. En cualquier caso, ¿por qué el terror? ¿Hay otros géneros que te gustaría tratar (o que tengas pensado hacerlo en breve)?
·El terror me ha gustado desde niña y además es un género en el que me siento cómoda. Sé que en otros géneros, como en la novela de sentimiento, también me movería a gusto, aunque no creo que lo disfrutase tanto.
·Estoy convencido de que en alguna ocasión alguien habrá sacado a colación tu labor como editora en el Grupo Planeta para dudar de tu carrera como escritora. Sin embargo, tus dos primeras obras han salido en editoriales muy modestas y con nula relación con los sellos en los que trabajas. ¿Qué opinas de esto?
·Cuando me propusieron publicar tenía muy claro que no iba a hacerlo dentro del grupo, al menos de momento. La razón es doble. Por un lado, no quería que nadie pudiese decir que se me editaba por ser quien soy y por otro, necesitaba ver que lo que escribía tenía realmente un valor objetivo. La mejor forma de conseguir ambas cosas pasaba por buscar un editor externo a la casa.
·No puedo dejar de preguntarte sobre tu visión como editora. En esta misma web he hablado en varias ocasiones sobre vuestra profesión (como en mi artículo “El editor, ese gran desconocido”), con la intención de tratar de daros a conocer al público que no está dentro del mundillo literario. Por desgracia, a menudo se os señala casi como si fuerais el enemigo (entre autores e incluso entre lectores). ¿Cómo lo ves tú, que estás en ambos lados?
·Ser editor no es fácil. Recuerdo cuando entré en Planeta una frase que me dijo Ymelda Navajo (actual directora de la Esfera de los Libros) me hizo darme cuenta de lo difícil que es nuestro papel. Me dijo que el día en que lo que editase fuese igual a lo que yo pondría en mi biblioteca, estaría muerta como editora, y he de reconocer que tenía toda la razón del mundo. Ser editor implica publicar aquello que quiere el público, aunque tú lo puedas detestar, y no editar aquello que te gusta, o que viene de un amigo, si no es lo suficientemente bueno y comercial. La figura del editor altruista que tan sólo edita aquello que le gusta, o que es literariamente exquisito, es cada vez menos frecuente. Al final es un negocio y aunque indudablemente todos buscamos descubrir al nuevo Cervantes, la mayoría de editores sobreviven con libros mucho más mundanales. Por otra parte, el esfuerzo que requiere lanzar nuevos autores es inmenso y a veces, ingrato. Sé que los autores noveles desesperan tratando de llamar a la puerta de los editores buscando una oportunidad, pero el mercado está cada vez más duro y para que un editor se arriesgue, debe ver en un original algo distinto, algo casi mágico, algo que marque la diferencia entre tú y los otros cientos de originales que recibimos a diario.
·La llegada del formato digital, la piratería, la competencia de plataformas como Amazon, la autopublicación… Trabajas con la casa editorial más importante del mundo de las letras en castellano. Se podría decir que contemplas el mercado literario desde una posición elevada. ¿Qué es lo que ves? ¿Es necesario el cambio de sistema que tantas voces reclaman?
·Hacen falta muchas cosas. Hace falta una ley contra el pirateo equivalente a las que hay en otros países europeos si no queremos cargarnos tanto el mundo literario, como el musical o el audiovisual. Necesitamos que se penalice al consumidor igual que se penaliza al que entra en una tienda y roba; es lo mismo.
Hace falta una evolución en la forma de entender el libro por parte de todos los afectados. El libro ha dejado, en muchos casos, de ser un soporte físico para pasar a ser contenidos que pueden usarse en distintos soportes y con diferentes finalidades. Eso implica llevar el contenido al usuario y no necesariamente, llevar al usuario a la librería. El momento y lugar de consumo cobran una importancia básica. Esto supone una restructuración de todo el canal.
Hace falta que el valor que aporta el editor a un libro se vea reconocido e incrementado con otros valores si queremos seguir diferenciándonos de la autopublicación. A día de hoy el editor aporta la mejora de contenidos y continente al original y la difusión/promoción en diversos canales y soportes. Eso, en autoedición, no existe. Amazon, sin ir más lejos, está plagado de originales llenos de incorreciones ortográficas, gramaticales y de estilo. Además, la promoción de esa obra se limita a ese entorno, mientras que el editor posee un equipo de comunicación y comercial que se encarga de obtener reseñas en medios, de preparar la presentación de la obra, o de distribuir el libro físico, además del ebook. Por otra parte, cada vez más, valores como la capacidad de generar realidades aumentadas, códigos QR que permitan ver vídeos o audios y otros añadidos al texto, cobran vital importancia.