El 26 de abril de 1986, la central nuclear Vladímir llich Lenin (en la actual Ucrania, aunque rozando la frontera con Bielorrusia) sufrió la catástrofe nuclear más grave de la historia, y que todos conocemos como el accidente de Chernóbil. Aquel día, uno de los núcleos del reactor nuclear sufrió una explosión del hidrógeno que contenía, expulsando materiales radiactivos en cantidades quinientas veces superiores a la bomba de Hiroshima.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el accidente produjo 50 muertes directas y 4000 indirectas se darán entre los doscientos mil trabajadores en las tareas de limpieza y los residentes en las zonas más afectadas durante el accidente. Pero la verdadera dimensión del daño producido sigue siendo imposible de calcular a día de hoy (cada informe parece contradecir al anterior). ¿Por qué? Desde entonces, cientos de miles de personas han vivido y siguen viviendo en las áreas contaminadas. Elementos como el estroncio-90 y el cesio-137 (con períodos de desintegración de 30 años) se han incorporado al suelo, emponzoñando los cultivos e incorporándose a la cadena alimentaria.
Y, como por desgracia siempre ocurre, los más afectados por tan terrible herencia son los niños. Algunos datos resultan estremecedores: la incidencia infantil de cáncer de tiroides es mil veces superior a lo normal; su crecimiento sufre un retraso de al menos dos años; y su sistema inmunológico se ve debilitado por la contaminación y las carencias alimenticias (no pueden consumir leche de vaca, principal transmisor del cesio-137, por ejemplo), lo que les deja vulnerables a un gran número de enfermedades.
Pero los efectos fisiológicos tal vez no sean lo peor. El accidente dejó a las regiones afectadas sumidas en la miseria (¿Quién querría invertir en negocio alguno situado en una zona contaminada?). Como consecuencia, comunidades enteras viven ahora con sueldos que no superan los cien euros mensuales especialmente en zonas rurales. Familias desestructuradas donde los niños nacidos tras el accidente no han conocido lo que es el cariño, la alegría, la confianza.
Esto es algo que saben de primera mano en la Asociación Matrioska-Fons Mellaria, que nació en 2010 en la localidad de Fuente Obejuna, y que se dedica a organizar acogidas veraniegas de niños residentes en las zonas contaminadas de Bielorrusia (concretamente de la región de Braguin, la más próxima a Chernóbil, y segunda zona de exclusión). Son las llamadas “vacaciones de salud”, estancias durante las cuales los niños limpian su organismo de la contaminación, fortalecen su sistema inmunitario de cara al regreso a su país, y lo más importante: pueden ser niños y recibir el apego emocional que normalmente se les ha negado a lo largo de su vida. Pero estas acogidas suponen un alto coste en trámites, viajes de los pequeños y gastos de manutención durante los tres meses que pasan en nuestro país. Matrioska-Fons Mellaria es una organización humilde y necesita ayuda para hacer su labor.
Entonces llegó el escritor Juan de Dios Garduño y creó en 2011 “Ilusionaria”, la antología solidaria de cuentos infantiles ilustrados, cuyo primer volumen fue todo un éxito y logró recaudar fondos para la asociación. Aquello supuso un enorme impulso para la acogida de varios niños en Fuente Obejuna.
Aquel libro curó vidas.
Han pasado tres años. Los siguientes volúmenes de “Ilusionaria” se volcaron en otras causas igual de necesarias y loables (podéis apoyar la cuarta entrega en Ilusionaria IV). Sin embargo, Matrioska-Fons Mellaria sigue necesitando ayuda para financiar las acogidas. Es por ello que se creó un proyecto paralelo a la serie “Ilusionaria”. Esta vez el coordinador y capitán de este barco es el también escritor Rubén Serrano, y el nombre de la antología, “Imaginaria”. Un libro que sigue el mismo estilo (cuentos infantiles ilustrados), en el que un montón de gente (Blue Jeans, Inma Chacón, Emilio Calderón, María Zaragoza, Elena Blanco, Rafael Baena y muchos más) hemos unido fuerzas para crear una antología cuya recaudación por las ventas irán destinadas íntegramente a esta asociación, a estos niños que cargan con los pecados de sus adultos.
Este, también es un libro que cura vidas.
Así que espero vuestra colaboración. Porque adquiriendo un ejemplar no solo ayudaréis a estos niños, sino que haréis felices a los vuestros con un libro repleto de magia, fantasía e ilusión, con historias que podréis contarles de viva voz.
Si queréis adquirir un ejemplar podéis hacerlo en el siguiente enlace:
CÓMO CONSEGUIR IMAGINARIA