El género fantástico en nuestro país sigue mirándose con cierto desprecio por buena parte de los sectores más conservadores de la literatura. La masa lectora es más comedida, pero tampoco apuesta mayoritariamente por los autores nacionales y sigue mostrando preferencia por los libros que nos llegan desde tierras anglosajonas. Pero hay un nombre que ha hecho que todas estas posturas se tambaleen, o al menos se abran un poco: José Carlos Somoza. Hoy tengo el placer de entrevistarlo.
·Me acuerdo mucho de una comida que compartí con Anika Lillo, Juan Miguel Aguilera y algunos de los compañeros que, en ocasiones, nos reunimos en Valencia. Ya sabes cómo son esas tertulias, donde salen nombres para bien y para mal. Cuando hablamos de literatura fantástica en nuestro país, el tuyo surgió al instante como ejemplo de buen hacer literario. Cuéntale a este pobre escritor desconocido cómo se lleva eso de ser considerado un referente por todo el mundo.
·Pues se lleva pensando en la edad que uno tiene (54) y los años que llevo dedicado a esto (19). Pero las cosas han cambiado en ese sentido para mejor. Recuerdo que cuando escribía La dama número trece miraba a mi alrededor y no podía encontrar ejemplos de novelas de terror modernas en nuestro país (alguno había, claro, pero no en literatura mainstream). Casi lo mismo me ocurrió con Zigzag o La llave del abismo, que podían ser calificadas de ciencia-ficción (aunque con Zigzag yo emplearía la etiqueta de “thriller científico”) pero que se publicaron en editoriales de literatura general. Hoy, sin embargo, hay una satisfactoria nómina de escritores hispanos dedicados a hacer de los géneros fantásticos algo bueno y serio, así que me siento mucho más acompañado y menos explorador en solitario. Me alegra haber dado algunos “primeros pasos” en la consideración seria de la literatura de género en nuestro país pero, qué quieres que te diga, es mucho mejor no estar solo sino rodeado de colegas que pretenden lo mismo que tú…
·Una historia en torno a un mundo virtual. Eso es lo que, a muy grandes rasgos, nos ofreces en “La cuarta señal”. Un tema que a priori podría antojársenos muy manido. Pero tus obras se caracterizan por ser mucho más de lo que parecen. ¿Qué hay detrás de esta historia?
·Siempre he considerado que la ciencia-ficción que puede interesar a todos los lectores es aquella que habla del mundo que nos rodea y no de un supuesto mundo futuro o alternativo. ¡Pero es que el mundo que nos rodea es mucho más extraño que muchas obras de ci-fi! En Zigzag, por ejemplo, quise hablar de las fantasmagorías de la física cuántica (que, a fin de cuentas, pretenden ser una descripción de la realidad). Y en La cuarta señal he querido hablar metafóricamente del cambio sobrecogedor que hemos vivido los seres humanos y del que parece que todavía hay muchos escritores que no se hacen eco: la influencia que el mundo virtual tiene en nuestras vidas. Redes sociales, páginas de búsqueda, internet, teléfonos “inteligentes”… Todo esto ha transformado nuestra sociedad de arriba abajo… y todavía hay colegas que siguen escribiendo sobre personajes que se relacionan físicamente entre sí… ¡y no lo consideran novela histórica! La cuarta señal habla de nuestro mundo pero transmutado por lo virtual, y de cómo esto puede perturbar nuestro concepto de las relaciones humanas hasta extremos grotescos… El amor, el odio, la pasión, el terror… ya no son lo mismo cuando los vives a través de una pantalla. ¿No es un buen tema para una novela?
·¿Qué tal le ha ido a la novela? ¿Habéis notado el zarpazo de la crisis editorial?
·Creo que todo el mundo ha notado “el zarpazo de la crisis” como lo llamas (en algunos vergonzosos casos debido a que ellos mismos han sido los propietarios de la “zarpa”), pero que conste que no creo que se trate solo de una crisis económica. En el mundo que nos ocupa, el de los libros, creo que la respuesta a esta pregunta no difiere tanto de la respuesta a la anterior: vivimos en un mundo transformado. Un mundo que ya no es ni volverá a ser igual al de hace 10 años. Un mundo en que los hábitos de ocio y cultura se han convertido en otra cosa. Un magma burbujeante, una mezcla rara de la que no se sabe (nadie sabe) qué emergerá, pero que está claro que no será lo mismo que antaño. Tiendo a pensar que los escritores y los lectores no desapareceremos, porque esos roles básicos han estado presentes desde comienzos de la palabra escrita, no importa en dónde se escriba o se lea. Pero es claro que habrá que esperar y ver qué sucede.
·¿Dónde nace la inspiración de José Carlos Somoza?
·La inspiración de José Carlos Somoza nace en algún lugar mucho más profundo que esa persona que se llama “José Carlos Somoza”. Un lugar al que ni yo mismo tengo acceso: puedo aguardar fuera a ver qué sale, pero no puedo entrar a buscarlo yo mismo. Es por ello que mis obras son tan distintas entre sí, tan anárquicas a veces, debido a que solo me guío por mi propia voz interior. Quizá una ventaja de haber sido psiquiatra sea que me he dado de alta a mí mismo y no me considero loco por oír voces interiores: las escucho atentamente y voy por el camino que me trazan. Así han nacido novelas tan dispares como Clara y la penumbra, La caja de marfil, Dafne desvanecida, La caverna de las ideas, La llave del abismo, El cebo, La cuarta señal… El lector de Somoza ya sabe que puede esperar lo inesperado.
·El conflicto es el motor de cualquier historia, y tus personajes se caracterizan por tenerlos en cantidad. Supongo que es algo heredado de tu faceta como psiquiatra. ¿Partes con ventaja gracias a ello para la construcción de los personajes?
·No lo creo. Más bien pienso que todo se debe a que soy observador y me interesa mucho el ser humano. Y en esto puedo parecerme a todos los que poseen tales cualidades, tengan la profesión que tengan. La psiquiatría, no lo olvidemos, es una disciplina médica que se ocupa de tratar enfermedades. En este sentido, cualquier otra profesión donde se acentúe la relación con los demás podría servir como “laboratorio” para un escritor.
·Lo sobrenatural está presente en tus obras a través de un realismo abrumador. ¿Debe abordarse la fantasía (en cualquiera de sus múltiples variantes) bajo la premisa de la cercanía con el mundo real para ser más efectiva? ¿O las aproximaciones más “fantasiosas” también pueden serlo?
·Soy una persona profundamente escéptica en lo que a lo sobrenatural se refiere. En esto, soy más lovecraftiano que macheniano (es decir, más del lado del escepticismo de Lovecraft que de la creencia profunda de Arthur Machen). Y creo que eso me permite hablar con soltura de ciertos temas sin tener que adoptar previamente una “distancia”… ¡porque ya me siento yo mismo situado a distancia suficiente! Recuerdo que cuando emprendí la redacción de La dama número trece me planteé qué debía hacer para escribir escenas sobrenaturales si yo no creía en ellas. Y entonces me di cuenta de que sí creía, en el fondo, en algo: cuando leía poesía, un poema que me gustaba, se me erizaba el vello y sentía escalofríos… ¿Por qué las palabras en un determinado orden pueden producir eso? ¿O la música? Bien mirado, este acontecimiento extraño es mucho más “sobrenatural” que tantísimos fantasmas… De modo que decidí que, si imaginaba que la poesía eran hechizos, conjuros, podía hacer que todo lo sobrenatural sucediera.
·Te encanta jugar con el lector, ponerlo nervioso gracias a los giros y trampas colocados estrategicamente en tus obras. ¿Te resulta complicado seguir estas premisas (si es que realmente mi impresión no esta equivocada)?
·Todo tiene su aprendizaje, y en este caso me gusta hacerlo porque me gusta, como lector, sentir que juegan conmigo y me llevan de un lado a otro. Sentir esa connivencia, esa complicidad con el autor es de las emociones más deliciosas de la literatura, en mi opinión. Por lo demás, si algo te gusta mucho y desarrollas experiencia suficiente haciéndolo, tienes casi todas las papeletas para poder hacerlo bien. Casi todas, claro, porque el talento (como el valor de los soldados napoleónicos) se supone que viene dado.
·Sé que es complicado juzgarse a uno mismo, pero ¿cómo ves tu evolución como escritor a través de los años, desde tu primera obra, “Planos”?
·Todos conocemos el famoso ejemplo del filósofo griego Zenón de Elea para demostrar que el movimiento no existe: Aquiles nunca alcanzará a la tortuga en una carrera porque tendría que recorrer infinitos espacios para ello, en el caso de que le diera ventaja en la salida. Es tan solo una ilusión verbal (existen ilusiones verbales, como las hay ópticas), pero funciona. Pues yo me siento igual cuando examino mi trayectoria: tengo la noción de haber avanzado y de no haberme movido, de haber alcanzado un objetivo y no haberlo alcanzado todavía, el espejismo de ser más perfecto, y de ser el mismo. Quizá lo que olvidó Zenón añadir es: Aquiles nunca alcanzará a la tortuga, ¡y por eso la carrera continuará para siempre! Creo que es esa sensación de “no haber llegado”a donde sea que me imagino llegar lo que me estimula a seguir “yendo”.
·Hace unos meses publiqué un artículo con un título que, lo reconozco, fue bastante incendiario, “La literatura nacional es una mierda”, donde lo que precisamente pretendía era demostrar con nombres que tenemos a grandes autores en nuestro país (tú estabas en dicha lista, por cierto). Sin embargo es difícil luchar contra la creencia de que el género fantástico y el thriller en español, donde frecuentemente te mueves como escritor, no está a la altura de las obras anglosajonas. Admitiendo que ellos tienen más tradición que nosotros, ¿qué opinas del tema?
·La opinión de que nuestra literatura no produce buenas obras de género es absolutamente estúpida. Procede de la rancia creencia de algunos “expertos” que empezaron a disfrutar los géneros, en efecto, en medio de un panorama hispano yermo en tales obras, pero que luego no han querido, o podido, ponerse al día sobre las muy dignas creaciones que están apareciendo en España en lo que a estos géneros se refiere. Dicha opinión, además, no favorece para nada la apertura del lector español, siempre receloso, a los autores nacionales, lo cual es un grave error porque hay lectores hispanos que tienen ansias de originalidad y nuevas formas de contar las cosas (me incluyo), y debemos reconocer que, por muy veteranos que sean los autores anglosajones en estos géneros, tienen tendencia al encasillamiento, al inmovilismo, a repetir las mismas trilladas fórmulas (el mercado les hace ser así) que a lo mejor proceden de una semilla original grandiosa pero que, con el tiempo, pierden sabor y entidad. Creo que la literatura europea en general puede, en esto, dar alguna que otra lección a la anglosajona… y los autores españoles lo estamos haciendo.
·¿Es posible ser escritor a tiempo completo en nuestro país, dada la tesitura actual?
·Es cada vez más difícil, pero uno tiene que vivir en los tiempos que le tocan, y hacer lo que debe. Ese es el problema de Hamlet en realidad: tiene que vivir los tiempos que le han tocado y hacer lo que debe. Yo le comprendo. Todos los escritores hoy estamos sumidos en la angustia del “ser o no ser”.
·Estamos viviendo una época confusa en el mundo literario y editorial. Para los autores que empezamos a dar pasos, que no sabemos por dónde tirar, pero también para los consagrados que dependéis de las ventas de vuestros libros para subsistir. La crisis editorial es un hecho, el cambio del mercado para adaptarse a las nuevas realidades parece más necesario que nunca. ¿Cómo lo ves tú?
·Creo que lo he ido respondiendo en preguntas anteriores. Pensar en la escritura como en un “mercado” es perder de vista que quienes escribimos lo hacemos sobre todo porque es lo que más nos gusta. Los vaivenes de mercados y de cifras pueden hacernos cambiar de actividad para ganarnos la vida, pero no pueden, no deberían poder, hacernos dejar de escribir. Visto desde ese punto de vista, el escritor lo tiene tan claro como antes: debemos escribir. Desde el punto de vista mercantil, claro está, las cosas han cambiado mucho, pero no dependen de nosotros, y por tanto no somos nosotros quienes enderezaremos los entuertos… Lo nuestro es atacar gigantes disfrazados de molinos de viento.
·¿Te ves algún día siguiendo otros caminos para publicar, como la autoedición?
·¿Por qué no? Ya dije que estamos viviendo en un tiempo nuevo cuyas consecuencias nadie sabe prever. Lo que está claro es que nada será como antes. Auto o heteroeditados (suenan como preferencias sexuales), es obvio que, quien es escritor, seguirá escribiendo. ¿Cómo nos leerán, qué compensaciones recibiremos por ello, cómo viviremos de lo que nos gusta…? Esas cuestiones no pueden responderlas todavía ni los escritores más fantasiosos de ciencia-ficción…