El mal que hoy quería comentar lo he visto muy extendido entre autores que empiezan. Es más, revisando viejos textos, advertí que también yo lo cometía muchísimo. Se trata del arte de incluir incisos en las frases, en cómo hacerlo y cuándo no hacerlo.
·Qué son los incisos: Son todas aquellas expresiones que se intercalan en una oración para aclarar o hacer hincapié en algún concepto. Las solemos identificar con los paréntesis (o la raya), pero también puede tratarse de frases subordinadas. De hecho, la mayoría de las veces así ocurre.
·Posición de los incisos en la frase: La estructura de una oración (de la que hablaré más extensamente en el próximo artículo) debe ser respetada tanto como podamos, como acabo de hacer en esta misma frase. Colocar un inciso en el lugar incorrecto rompe el ritmo, entorpece la lectura y confunde al lector. Veamos un ejemplo basada en mi anterior acotación:
“La estructura (de la que hablaré más extensamente en el próximo artículo) de una oración debe ser respetada tanto como podamos”.
Al colocar el inciso entre paréntesis en mitad del grupo de palabras que forman el sujeto obligamos al lector a hacer una pausa antes de que forme en su cabeza la idea de este sujeto, con el riesgo de perder el hilo del discurso. Es una construcción antinatural, de esas que revuelve las tripas, como me gusta decir. Obligamos al que lee a dar vueltas y saltos para ligar lo que hemos desligado.
Si en cambio colocamos esta acotación como lo he hecho yo en primer término, no se rompe la estructura de la frase. Otro ejemplo:
“Icorbeles, al advertir la espada que iba a su encuentro, se apartó hacia un lado”.
Mucho más correcto de este modo:
“Al advertir la espada que iba a su encuentro, Icorbeles se apartó hacia un lado”.
Vemos que la forma correcta contiene menos interrupciones que la incorrecta, lo que ayuda a transmitir el pensamiento de una manera más fluida. Es indispensable no romper la unidad de las partes de una oración. La solución pasa por elegir el lugar adecuado para el inciso, aquel donde pueda realizar su función aclaratoria sin estorbar, donde fluya como una parte más de la oración. Para ello lo mejor es leer en voz alta este tipo de frases: si suena natural, si no chirría, es que está bien construida.
·Extensión de los incisos: No hay mucho que comentar en este punto, porque resulta muy obvio. Los incisos son aclaraciones puntuales dentro de un mismo texto. Por norma tienen que ser breves para, como hemos dicho, no entorpecer la lectura. Un uso aberrante, por muy bien posicionado que esté dentro de la frase, podría ser este:
“Bainis y Thalla decidieron espolear a sus caballos (los cuales se mostraban animados de poder cabalgar después de pasarse tantos días atados a un árbol, sin más cosas que hacer que pacer de la hierba y espantar las moscas con la cola)”.
En caso de necesitar una aclaración más extensa, es preferible resumir y reconstruir el texto para hacer innecesaria esa acotación, o para integrarla de un modo más natural:
“Bainis y Thalla decidieron espolear a sus caballos. Estos se mostraron animados de poder cabalgar tras tantos días atados a un árbol, paciendo y espantando las moscas con la cola”.
·Incisos innecesarios: El ejemplo anterior deja muy claro que muy pocos incisos son realmente necesarios. Casi todos pueden ser eliminados reconstruyendo el texto de un modo u otro. Pero si hay que huir de algunos es de los que incluyen referencias o comentarios que no tienen nada que ver con lo que pretendemos transmitir o que no vienen a cuento:
“Einar comprendió que necesitaba adiestrarse en el arte de la espada, así que ingresó en la Escuela de Espadachines, situada en la ciudad libre de Angior, al oeste de la región de Campos Pardos, y era el centro más prestigioso de cuantos existían”.
Esta larga frase choca frontalmente con el precepto ya mencionado de evitar frases demasiado largas. Y la culpa es del triple inciso. ¿Realmente necesitamos ubicar la Escuela de Espadachines o hablar de su prestigio para la expresión del mensaje principal? Claro que no. Todo esto puede venir después, en las siguientes oraciones, pero no en la misma. Son añadidos innecesarios a la idea primordial: que Einar ingresó en la Escuela de Espadachines porque comprendió que necesitaba adiestrarse.
“Einar comprendió que necesitaba adiestrarse en el arte de la espada, así que ingresó en la Escuela de Espadachines. Estaba situada en la ciudad libre de Angior, al oeste de la región de Campos Pardos, y era el centro más prestigioso de cuantos existían”.
Como todos los excesos, el abuso de incisos es sinónimo de un estilo descuidado, poco trabajado, y que puede llegar a ser insoportable. Así que reservemos su utilización para cuando realmente sean beneficiosos para el texto.
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