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Escritura empieza con E de estilo – Oraciones activas y pasivas

A lo largo de estos artículos, he insistido varias veces en que todas las “normas” mencionadas no son reglas absolutas. Pero partimos de modelos reconocidos por su valor literario, por exigencia institucional, por sentido práctico o por resultar instructivas para el escritor que empieza y necesita unas bases sobre las que construir su propia forma de narrar. Hoy hablaré de uno de esos preceptos que más puede costar de aceptar: ¿Construimos las oraciones en activo o en pasivo?

alt="oraciones activas y pasivas, los simpson, javierpellicerescritor.com"·Qué son las oraciones activas y pasivas: Todos lo aprendimos en la escuela, pero nunca va mal un pequeño recordatorio. Las oraciones activas son aquellas donde el sujeto realiza la acción, y suelen ser las más comunes:

“Papiro movió el dedo a la altura de su cara y sonrió con picardía”.

Vemos que es Papiro (el sujeto) quien ejerce la acción de mover el dedo y sonreír con picardía. En cambio, las oraciones pasivas son todo lo contrario, pues el sujeto se convierte en paciente al recibir o sufrir la acción del verbo:

“La casa fue construida por nuestro antepasado sobre un antiguo cementerio”.

Apreciamos con facilidad que el sujeto (“la casa”) no realiza acción alguna, sino que esta recae sobre él (“fue construida”). Las oraciones pasivas pueden tener diversas formas (1ª y 2ª de pasiva; y pasivas reflejas). Pero la cuestión básica es ¿existe preferencia entre estas dos modalidades de construcción oracional? ¿Por qué?

·Preferencia de la voz activa: En efecto, todos los manuales de estilo recomiendan el uso de la voz activa en una oración y el no abuso de la voz pasiva. ¿Por qué? Por el sencillo motivo de que una oración pasiva tiende a ocultar o menospreciar al agente activo tras la oración. Podemos advertirlo en la anterior frase. Aunque el sujeto es “la casa”, el verdadero agente activo, quien realiza la acción en realidad, es “nuestro antepasado”. Se le arrebata protagonismo aun cuando es el generador de la acción.

El idioma español, históricamente, ha empleado muy poco las voces pasivas, a diferencia de cómo ocurre en el inglés o el francés. Tal vez esta sea la causa de que muchos escritores que empiezan cometan auténticos abusos con la voz pasiva: las obras traducidas que llegan a nuestro país siguen una construcción típica anglosajona, donde las oraciones pasivas son mucho más comunes. A pesar de lo sencillo que es transformar una pasiva en activa:

“Nuestro antepasado construyó la casa sobre un antiguo cementerio”.

Por tanto, entre una y otra, se dice que es preferible la segunda. Lo cual no quiere decir que las oraciones pasivas estén prohibidas, en absoluto. Las pasivas reflejas con la partícula “se” son muy recomendables cuando el sujeto es una cosa:

“Ha sido comprado todo el material que hacía falta”.

“Se compró todo el material que hacía falta”.

La conclusión es la de siempre: mesura. Aunque el consejo es dar preferencia a las oraciones activas, no quiero decir esto que tengamos que darle la vuelta a todas las frases. A veces el significado o sentido que queramos darle a la oración obligan a la pasiva, porque no nos interesa tanto el agente activo, sino el elemento que recibe la acción de este. Es entonces cuando resulta preferible convertirlo en el sujeto de una oración pasiva, para que cobre importancia. Por ejemplo:

“Alejandro Magno fundó Alejandría”.

Esta frase en activa pone énfasis en el personaje de Alejandro Magno, lo convierte en protagonista, el punto focal de la oración. Pero tal vez el autor prefiera darle mayor protagonismo a su creación:

“Alejandría fue fundada por Alejandro Magno”.

Aquí es Alejandría quien recibe toda la atención. Y si esa es nuestra intención como autores, bienvenida sea la oración pasiva.

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