Vamos a seguir con esta serie de artículos acerca del modo de alcanzar un estilo literario equilibrado, pero no sin antes insistir una vez más en que todos estos consejos no son más que sugerencias. En ningún caso son normas de obligado cumplimiento, pero estoy convencido de que un autor que empieza debe conocer estos fundamentos y saber aplicarlos antes de lanzarse a otras formas más arriesgadas de escribir. Del mismo modo que una casa no se empieza a construir desde el tejado, es bueno que el escritor aprenda las bases, y sobre ella se construya a sí mismo. El tiempo, la experiencia adquirida y el aprendizaje se encargarán de que encuentre su voz literaria propia.
·Cuidado con las redundancias: La redundancia o pleonasmo es una figura retórica que consiste en la utilización de términos innecesarios en la oración ya que se sobreentienden. Es uno de los vicios más comunes en el habla diaria. Que levante la mano aquel que no haya dicho alguna vez “sube arriba” o “entra dentro”. Algunos son muy evidentes, como los que he mencionado, pero otros pueden colarse en nuestro texto sin que lo apreciemos.
Por ejemplo, cuando decimos que hemos pedido una cita previa en el médico estamos incurriendo en una redundancia (una cita siempre es previa, porque se tiene que acordar antes). O cuando insistimos en algo: “te lo vuelvo a repetir” (cuando lo correcto sería “te lo vuelvo a decir” o “te lo repito”). Seguro que habéis reñido con alguien y soltado un “cállate la boca”. Claro, ¿qué pretendías que callara? El verbo “callar” está indisolublemente unido al acto de hablar y, salvo si utilizamos el lenguaje de signos, las personas solo podemos hablar por la boca.
Ahora bien, ¿está prohibido utilizar los pleonasmos? En absoluto. Como ya he dicho, estas nociones de estilo literario no tienen por objeto prohibir, sino orientar. De hecho, una redundancia puede servir para enfatizar o dar más poder a una oración. Observemos cómo lo utilizaba, por ejemplo, el poeta Miguel Hernández:
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo
Si hay alguien que madruga, es por supuesto la madrugada (a la que además se le está dando una cualidad humana, pero ese es otro tema). Resulta redundante. Y sin embargo, se percibe que estamos ante una construcción consciente del autor, debido a la fuerza que le otorga a la oración. Por tanto, para que un pleonasmo no resulte incorrecto debe estar justificado y utilizarse con conocimiento de causa, no por error. Y eso, como ya habéis visto, se nota.
·Lenguaje neutro: Neutro, que no neutral. Por supuesto no me refiero a que el autor, en su faceta de narrador, se muestre neutral con respecto a la trama o los personajes. Más bien se trata de que el lenguaje utilizado sea neutro para que resulte accesible y comprensible para el lector. Para ello hay que evitar los localismos propios de la región o país donde vivamos (también los extranjerismos, insultos, etc…). El narrador debe ser una voz inidentificable en todo momento… salvo que narremos la historia en primera persona, a través de un personaje.
Así es. Los personajes (y a través de ellos los autores) tienen licencia para utilizar este tipo de términos, así como palabras vulgares, insultos, etc… Siempre que lo requiera su forma de hablar, ya que de este modo potenciamos el realismo (huelga decir que sin pasarnos). El mejor ejemplo que se me ocurre lo encontramos a lo largo de la novela “Diario de una adolescente del futuro”, de Javier Cosnava. Una obra que sufrió algunas críticas por parte de lectores que no estaban de acuerdo con la utilización de palabras malsonantes durante la narración en primera persona de la protagonista (a modo de diario). Pero es que se trata de una adolescente problemática, cuya mala educación a la hora de hablar estaba justificada por su carácter y por su edad.
“Amparo es la polla. Es de todas la que más se parece a mí. Le mola la fiesta y todo eso, pero sale menos que yo porque sus padres son muy tocahuevos y porque es un poco basta (poco femenina), y los tíos no están mucho por ella. Y si los tíos pasan de ti… ¿para qué coño va una a la discoteca? ¿Para bailar solamente? ¡No jodas!”
Lejos de resultar desagradable, este modo de hablar por parte del personaje le otorga credibilidad. Ahora veamos cómo hubiera sido este texto redactado de un modo más formal:
“Amparo es increíble. Es de todas la que más se parece a mí. Le encanta la fiesta y todo lo relacionado con ello, pero sale menos que yo porque sus padres son muy estrictos y porque es poco femenina, y los chicos no están muy interesados en ella. Y si los chicos se desentienden de ti… ¿para qué diantres va una a la discoteca? ¿Para bailar solamente? ¡No jorobes!”
Nada que ver, ¿verdad? Del mismo modo, cuando en un diálogo habla un personaje que es andaluz, es lógico que haga uso de coletillas y expresiones típicas de su tierra.
La única precaución que debemos tomar es, como siempre, evitar el abuso.
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