En la entrada anterior analizábamos el aspecto objetivo del precio del libro como objeto físico, utilizando datos y cifras concretas (aproximadas, por supuesto) que dan una visión cercana a la realidad. Pero la literatura es arte, y por tanto el componente subjetivo es muy importante. Así que ahora toca analizar el aspecto subjetivo, esto es, la conexión entre la historia y el lector.
Dejemos pues los datos a un lado y centrémonos en lo que un libro nos ofrece. En mi opinión, una cosa debe (o debería) considerarse cara o barata no en función de si puedes o no pagarlo, sino de lo que te da a cambio de tu dinero, esto es, de su valor potencial. ¿Es caro un ordenador Apple? Si lo comparamos con un PC habitual, diríamos que sí. Pero esta marca nos ofrece características y funciones que el resto no, así como una experiencia distinta, y por eso lo ponen por encima. Por tanto, en comparación con otros productos de ocio y cultura similares, el libro no sale mal parado: los varios días de lectura ininterrumpida (dependiendo de la velocidad lectora de cada uno) enfrentados a las dos horas de disfrute de una película, la hora y media de un partido de fútbol, la hora de un álbum musical o la entrada a un museo (ojo: no digo que todo esto sea caro, pero su precio desde luego es mucho mayor en proporción). Con el inestimable añadido de que un libro puede volver a ser leído por su propietario cuantas veces desee, sin necesidad de pagar de nuevo por él.
Algunos me diréis que, debido a vuestro velocidad lectora, requerís muchos más libros que la media, y que este supuesto elevado precio no os permite saciar vuestras ansias de novelas. Es posible, pero debéis entender que una industria como la editorial, que se rige por características muy generales, no puede adaptar el precio de sus productos a cada una de las particularidades de los consumidores. En tu caso, amigo velocirraptor de las letras, siempre podrás acudir a una biblioteca para complementar esas horas que no puedes cubrir comprando libros.
Siendo objetivos, resulta que la relación entre el tiempo de disfrute de un libro y su precio lo convierten probablemente en el producto de ocio más barato de cuantos existen actualmente. Sé que este es un argumento muy utilizado en este tipo de debates, pero no deja de ser una verdad como un templo.
Otra consideración a tener muy en cuenta es la experiencia que supone la lectura. Obviamente, si el libro no es de nuestro agrado, sentiremos que el gasto no ha valido la pena, algo por lo cual siempre defiendo que el comprador se informe antes, como lo haría con cualquier otro producto. ¿Por qué cuando vamos a comprar una lavadora nos informamos exhaustivamente, pero no hacemos lo mismo antes de comprar un libro? ¿Porque el electrodoméstico es más caro? Hay muchas maneras de hacerlo de forma legal y amigable con los creadores: hoy en día, todas las editoriales ofrecen avances de las obras que publican. Algunos de estos avances son más que generosos, y pondré un ejemplo: «Dueños del destino», novela de Guillem López publicada en 2011, ofrecía un avance de, atención, 294 páginas, casi media obra (podéis comprobarlo en las fuentes, al final del artículo).
Incluso hay autores que ofrecen jugosos extras gratuitos en forma de descarga digital, como antologías complementarias o novelas cortas, que pueden ayudar al lector a hacerse una idea de cómo escribe dicho autor. Esta práctica la he utilizado yo mismo con mis dos novelas publicadas (también podéis comprobarlo en la sección «descargas» de esta misma web), porque soy un firme defensor de aumentar la experiencia del lector cuanto sea posible.
Y si aún así, a pesar de todas estas facilidades, resulta que la lectura nos decepciona, debemos pensar que la vida es riesgo. Cuando acudes a una frutería y compras un kilo de naranjas, nadie puede darte la seguridad de que te saldrán buenas. Tal vez alguna salga más agria que otra. ¿Verdad que no sería lógico que el tendero nos diera el producto gratis, con la condición de que si nos gusta ya pasaremos a pagárselo? La solución cuando algo no nos satisface: no volver a comprar en esa tienda. O, en nuestro caso, no volver a comprar un libro del autor y/o editorial que nos ha decepcionado. Estamos en nuestro pleno derecho, y es así como se lucha (o como debería lucharse) contra lo que no nos gusta. Esa es la fuerza del consumidor.
Pero, ¿qué pasa cuando el libro nos ha gustado? Cuando esos días de lectura nos satisfacen, y el autor logra hacernos partícipes de una buena historia, unos personajes con los que nos identificamos, y un escenario que nos envuelve. Un viaje a un futuro distante, a un mundo imaginario, a una época antigua… El año 2070 de «El juego de Ender», la Tierra Media de «El Señor de los Anillos», o la Esparta de «Hijos de Heracles». Son viajes grandiosos, en el tiempo y el espacio, desatados en nuestra imaginación gracias al esfuerzo y la ilusión de un escritor, y a la apuesta económica de un editor. Todavía recuerdo la primera vez que leí «El Señor de los Anillos», la sensación de asombro que me dejó, la satisfacción que permaneció durante días y días, después de acabar la lectura (y lo que significó para mí, pues fue el libro que me impulsó a querer ser escritor). ¿Valió la pena el riesgo de pagar los casi 50 € que costó la edición especial que compré (con toda la trilogía en el mismo libro)? Hasta el último céntimo. Leer puede aportar conocimiento, enriquecimiento personal o, simplemente, entretenimiento. Lo cual, por cierto, ya es mucho teniendo en cuenta el mundo en el que vivimos, cargado de problemas.
Hagamos la pregunta una vez más, teniendo en cuenta todo lo dicho en las dos partes del artículo: ¿Son caros los libros?
En la próxima y última entrada relacionada con este tema, hablaremos de las diversas propuestas que se sugieran para abaratar el precio del libro, y su viabilidad real.
Fuentes:
http://tienda.cyberdark.net/xpromo/xpdf/cyberdark_net_avance_4ea8fd1763895.pdf
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